Escuchas a tu cuerpo: El cuerpo en terapia
En terapia psicológica el cuerpo tiene una relevancia muy significativa, sería muy difícil encontrar una condición o trastorno diagnosticado que no tenga alguna manifestación en el cuerpo. En algunos casos, el cuerpo puede ser un invitado de piedra y en otros un gran aliado, pues el cuerpo es un medio de comunicación, de transmitir sensaciones, el cariño, las miradas y la voz. Cuando un consultante llega a un espacio de terapia viene con su cuerpo, la estructura biológica que implica una gran cantidad de cuidados, miramientos y acciones de acuerdo a cada realidad. No es poco frecuente que pacientes llegan después de varios exámenes sin encontrar una causa física de su padecer. Sin embargo, a través de las voces e historias de nuestros consultantes podemos apreciar
que el cuerpo no es solamente estructuras biológicas o programas genéticos sino que nuestro cuerpo está revestido de palabras, está fuertemente influenciado por el peso de las caricias, los contextos, las épocas, las culturas, el género, las situaciones vividas y las sensaciones que piden ser habladas.
Nuestros consultantes lleguen por situaciones de cuerpo “me duele el pecho frente…” “siento asco de…” “no quiero que me miren” “cuando me miro en el espejo…”. El cuerpo es un lienzo, un espacio donde la subjetividad y el mundo interno puede ser escrito, hablado, contado. Como las palabras pueden ser fuente de dificultades, complejos y afectaciones, firmemente podemos dirigir un trabajo hacia las potencialidades, las resistencias y lo que puede obtener un nuevo significado.
Podemos constatar también que no se requieren palabras solamente, porque durante un proceso psicológico está la contención, los nuevos modos de mirar(se), reír, callar, llorar, los sonidos corporales y más aún, los límites a lo que nos hace daño.
La terapia psicológica es un acompañamiento que nos permite a hablar de otro modo, poder traer lo que creemos ser, lo que queremos ser y lo que somos emprendiendo un viaje a través de nuestra historia. Es construir una narrativa que enlaza las raíces de nuestros síntomas, despejar cómo la dimensión de los otros aparece ahí como una constante a través de las expectativas,
mandatos e imposiciones. Nos permite comprender lo que nos sucede con herramientas diversas y principalmente obtener un modo más amable de relacionarnos con nosotros mismos.
Por: Daniel Acevedo, Psicólogo Balance Group